Eliminada Venezuela. Dominicanos invictos…


normal_gregor-blanco-ap.jpg    Gregor Blanco es out en tercera. Mal momento para correr. (Foto AP)

 

En el libro de Mario Puzo, «El Padrino», un peculiar personaje, Luca Brasi, temerario y brutal asesino, cuenta en su argumento de reputación con la fama de no temer a nadie. No obstante, en relación a Don Vito Corleone (el Padrino, eje central de la trama), Brasi decide voluntariamente «adorar y temer a su Don». Algo sin explicación, tratándose de un elemento de tanta peligrosidad que «con sólo verlo, se podía palpar en el aire su peligrosidad..».

Obviamente no hablamos de personajes asi en la pelota, pero haciendo el paralelismo de rigor, bien pudiésemos asumir que, en las Series del Caribe, el equipo de Venezuela, al igual que Brasi con Don Corleone, optó por «sucumbir y temer a la República Dominicana».

A lo largo de las transmisiones televisadas, nuestros colegas, en el afán de mantener el interés de los tele espectadores (lo que nos ha tocado hacer muchas veces), tratan de desviar las carencias y transformar los malos movimientos peloteriles en «mala suerte».

Claramente, no es lógico atentar contra el espectáculo que tu mismo estás promoviendo, pero…

¿Es mala suerte no batear?. ¿Es mala suerte tener tres veces hombre en terera base con menos de dos outs y no hacer carreras?. ¿Es mala suerte embasar tres y no fabricar rayita alguna?. ¿Es atribuible a la adversidad del azar la constante falla defensiva, generalmente en momentos importantes?. ¿Fue culpa de un «ave negra» las malas carreras en las almohadillas? . Obviamente, no todo es fruto de un «santo de espaldas». Hay algo más allá. Situaciones que, de buenas a primeras, no ofrecen un razonamiento coherente.

Ya el estratega Buddy Bailey, conocido por su firmeza y capacidad de imponer el marco disciplinario adecuado para el juego, protestó ante la «ligereza» con la que algunos miembros del roster trataron al evento.

Si se coló el malestar del piloto aragüeño a personeros ajenos al club house criollo, seguramente este no tendría raíces en la «mala suerte» de sus muchachos por no ganar cotejos que han debido estar de su lado en la tabla de posiciones.

Y es que para nadie es un secreto la constante «fiesta» (muchas veces no beisbolera) de una serie de esta naturaleza. Incluso eso se entiende, pero debe prevalecer el sentido de balance entre el trabajo y las vacaciones.

En épocas anteriores, las cosas eran distintas y estar presente en un Clásico del Caribe representaba mucho para un jugador.

El interés ha mermado, y eso es inobjetable. Basta chequear las deserciones felinas de cara al evento de Puerto Rico, para advertir la exigua emoción que en jugadores no consagrados (ni siquiera establecidos medianamente en las mayores) despierta la convocatoria de representar ¿a Venezuela?…

Eso lo veremos en ediciones futuras. Por lo pronto hay que conformarse con otra eliminación en estas instancias, en las que los dominicanos parecen tener un nivel de compromiso ligeramente mayor al nuestro.

Ni la camiseta de Venezuela, extrañamente utilizada en la segunda mitad del torneo (ya aparecerán las razones para ello) y no desde el inicio, pudo cambiar el curso de la suerte.

El título será dirimido por República Dominicana y Puerto Rico, cuyo chance de dar alcance a los quisqueyanos, debe comenzar con una victoria ante México en la misma jornada en la que venezolanos y aztecas, fueron eliminados formalmente del escenario caribeño.

Si de algo vale, hay que destacar el hermético pitcheo de los dominicanos: ¡4 carreras en 45 innings de trabajo!… asi, quien pierde. ¿El marcador? 7 x 1. Suficiente.

Cosas pasan. Ya aparcerá la buena suerte…

 

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